viernes, 10 de agosto de 2012

Yosemite


(o el día que nos perdimos por California y vimos llamas por la carretera)

Para llegar al famoso parque de Yosemite hay que levantarse antes que todo el mundo. Más antes no te puedes levantar. Así que abrimos el turno del desayuno y nos pusimos en marcha cuando aún estaba oscuro y todo.
De camino al parque, por las super autopistas, fuimos pasando por muchos campos y prados, y abía muchos rebaños de ovejas, vacas, caballos ... Y, en medio de los rebaños, había ... llamas. No fuimos capaces de fotografiarlas, porque estaban muy a la lejanía, pero ahí estaban.
El parque éste es una cosa gigante, en plan los Pirineos, más los Picos de Europa, más Sierra Nevada, más otros puntos geográficos significantes que os podáis saber. Y, además, es todo verde, verde. Pero no verde como el que conocemos, no: ahí, literalmente, no caben más árboles! Están todos apretaditos, y haciendo como una masa.
Para llegar hasta allí hay que hacerse un touristour por las carreteras y autovías y de todo que aún no me creo que esté escribiendo esta entrada desde la comodidad de mi hotel.
Para empezar, decidieron que, como yo guiaba tan bien por San Francisco, sería igual de buena como gps por las carreteras. Ai, mare meva. No lo había pasado tan mal nunca, yo creo que de esto ya no me recupero. Hay como treinta mil salidas distintas por todas partes, y, cuando la carretera te avisa de una dirección, quizás se está doce quilómetros sin volvértela a recordar, ni a decir que vas bien. Así que vas avanzando de forma insegura por esas carreteras quilométricas y mal asfaltadas hasta que, por casualidad, la aciertas y sales por donde toca.
No sin mucho esfuerzo (y siguiendo a un coche que tenía toda la pinta del mundo de estar yendo a Yosemite, con sus tiendas de acampar y tal encima), conseguimos llegar. Fuimos hasta un párking donde en teoría no había sitio (pero cupimos) y luego fuimos a dar una vueltilla.
Se ha de reconocer que está todo muy bien preservado, casi parece que los humanos no estuviésemos por ahí, en serio. Las ardillas campan a sus anchas por ahí, y sólo hay cámpings, no hay hoteles. Además, cuando estás ahí es como que tienes que asumir que el monte es del oso. Y eso es así. Tienes que aminorar la velocidad del coche porque quizás matas un oso, tienes un contáiners especiales para dejar la comida o la basura, para que los osos no se acerquen, etc. Esto último es bastante gracioso: hay multas de mil dólares si ven que te has dejado comida en el coche, porque se ve que los osos pueden verla/olerla, acercarse y destrozarte el coche o algo (y luego seguir con la masacre por todo el párking, y el cámping, etc).
Así que nosotros, que somos muy obedientes, nos hicimos un picnic, y lo tiramos todo donde tocaba, y nos fuimos a ver las famosas sequoias. Como dijo el conductor del bus: tienes que verlas para creértelas. Seriously.

Y luego ya, nos pusimos en el camino de vuelta. Como estábamos muy cansados, pusimos el gps, y pensamos que nos llevaría por el camino de ida pero a la inversa. Ah, craso error. Resulta que el gps estaba en modo catalán on, y nos llevaba por todas las comarcales, evitando las autopistas y tal ... para no pagar peajes. ¡Pero es que no hay peajes en américa! Claro, cuando nos dimos cuenta ya estábamos en Chilnualna o una cosa así, y lo que nos costó volver a una carretera grande ...
Pero bueno, al final hicimos caso omiso del gps, y fuimos siguiendo las indicaciones más o menos como pudimos, y llegamos bastante bien al hotel (yo no las tenía todas conmigo).
(los americanos tienen las carreteras tan mal que tienen unas campañas que se llaman "Adop a Highway", en las que la gente va donando dinero y así pueden ir quitando los baches ...)

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