jueves, 23 de agosto de 2012

Chicago on fire

(o el día de la habichuela mágica)

Chicago es una ciudad super guay. Tiene un montón de esculturas por la calle, y muchos recorridos que proponen la mayoría de guías que tienen un montón de sitios interesantes (y muchos museos a los que no teníamos tiempo de ir).
Ayer ya fuimos previsoramente a comprarnos cosas para desayunar hoy, así que al salir del hotel ya nos fuimos a la primera parada del día: la Torre Sears/Willis (los dos nombres valen). Es el edificio más alto de Estados Unidos (más que el Empire State y todo), y tiene construido un balcón de cristal, en el que parece que estés flotando sobre Chicago. Es un poco vertiginoso, pero es alucinante, porque ves todo el Lago Michigan (bueno, todo no, porque casi que no se le ve el final, de lo grande que es).

Después de destaparnos las orejas (son 450 metros de sube y bajas en ascensores supersónicos), nos fuimos a dar una vuelta por lo que se conoce como el Loop. Aunque es el centro y es cuadriculado como el Eixample nos hemos perdido como cuatro veces. El caso es que hay unas cuantas esculturas que hay que ver, una de Picasso (gigantesca), una de Miró, que es como una columna, y una especie de cosa ultra moderna a la que llaman "Snoopy en la batidora" (ahí lo dejo). Por suerte las encontramos todas y nos fuimos a comer una de esos famosos perritos calientes.
Después de hacer una breve parada para comer nos fuimos hasta el poste de inicio de la ruta 66, que, aunque la hayamos hecho al revés ... hacerla, lo que se dice hacerla, la hemos hecho. Luego nos acercamos hasta el parque Millenium, donde tienen una habichuela gigante de metal (que sale en la película Código Fuente, btw), muy alucinante. En teoría se llama la Puerta Nube, pero el artista moderno que la hizo no sabía lo que se decía.

Al encontrar por fin la habichuela y subir un momento a la terraza del Instituto de arte (que tiene unas esculturas muy graciosas), nos fuimos a descansar un poco al hotel, y hay que reconocer que no se nos fue demasiado de las manos (a buenas horas aprendemos).
Luego tocaba ir a la Magnificient Mille, que es un cachito de la calle Michigan lleno hasta los topes de tiendas, y ya que era el último día que estábamos por aquí, nos podíamos permitir ni que fuese dar media vuelta por las tiendas y ver esos escaparates tan graciosos que se montan. Entre las cosas más graciosas que hemos visto está el nuevo edificio de Burberry que están construyendo, que, ojo al dato, tiene el estampado de la bufanda por toda la fachada (no me he atrevido a hacerle una foto por si se me rompía la cámara de tanta hortierada).
Como ya se hacía de noche, nos fuimos hacia el Navy Pier, que tiene como un parque de atracciones montado encima, con una noria gigante, para ver toda la ciudad llena de lucecitas. Mi madre no se atrevió a subir, pero fue muy bonito.
Para acabar, nos fuimos a un restaurante que le hacía mucha ilusión a mi padre, Lucky's, porque lo había visto en no sé qué programa. Es famoso porque hace unos sandwiches gigantes, y, de hecho, si eres capaz de comerte tres en una hora no sé cuántos premios te dan (nosotros, que tenemos buen saque, nos hemos partido dos entre los cuatro ... para dar una idea del tamaño). Muy buenos, eso sí. Te montan como el sandwich con las patatas y la ensalada dentro, así en plan bocadillo ligero y fácil de morder.

miércoles, 22 de agosto de 2012

Milwaukee, Harley's y petardos

(o el día del empacho)

Hoy nos hemos despertado en nuestro precioso hotel, digno de la película El Resplandor, y nos hemos ido a desayunar al Dunking Donnuts de al lado, porque son tan majos que no incluyen ni un triste desayuno con café aigualit.
Después de desayunar donnuts de colorines nos hemos ido hasta Milwaukee, porque así podíamos devolver el coche hoy y pagar un día menos de pàrking (porque, cágate, los párkings valen la friolera de 35 dolores la noche; hemos decretado que ya no hay mafia en Chicago porque ahora poseen los párkings). Evidentemente, no es que tuviésemos un especial interés en ver Milwaukee (estando en Chicago, que mola mogollón), sino que, en Milwaukee está ... el museo de las Harleys! Y mi padre está enamorado de las Harleys (y conduce él), así que nos hemos ido a visitarlo.
Aparte de ser bastante grande y lleno de motos (obviously), la verdad es que está bien. Es así como un museo de historia, pero muy interactivo, con juegos y vídeos y cosas. Además, nos han enseñado a conducir una Harley, tanto a mí como a mi hermana, y el momento de ponernos los pantalones de cuero estilo cowboys no ha tenido precio. Para rematar, hemos pillado una exposición de chaquetas de cuero muy guay, con cosas de Jean Paul Gaultier, entrevistas, la chaqueta de cuero de House, o la de Rooney Mara, Fergie ... Muy guay, sí sí.
(ésta la he diseñado yo: me han asegurado que la van a crear a la de llya)

Pretendíamos llegar semi pronto a Chicago, para ver alguna cosa, pero había una caravana impresionante. Como cincuenta quilómetros de caravana. por suerte, hemos llegado como para devolver el coche, pero ya se estaba haciendo de noche. Nos hemos podido ir hacia el puerto a ver los fuegos artificiales (afortunadamente, son los miércoles) y luego hemos ido a cenar una de las famosas pizzas de Chicago. Aquí en chicago son famosas las súper pizzas, los súper sandwiches y los súper hot dogs (y nótese que pongo "súper" porque aquí TODO lo hacen grande). Así que nos hemos compartido una pizza gigante, delicosa, sí, pero gigante: que aunque nos la hayamos partido entre los cuatro casi nos mata. Y luego hemos aprovechado que esto hace un poco de bajada para volver rodando hasta el hotel.

martes, 21 de agosto de 2012

dos días de viaje hacia Chicago

Ayer fuimos bien tempranito a ver el monte Rushmore, el de las cuatro caras talladas en la piedra. Tengo que reconocer que no me lo creía, pero parece ser que era verdad: hay cuatro caras ahí plantificadas. Supo un poco mal que hiciese mal día, pero luego se fue arreglando.
Después de eso han venido casi veinte horas seguidas de "bruuuum bruum brum bruuum", con una parada en medio en un pueblo enano. Poco interesante. Bueno, en realidad, es que me he pasado la mayor parte del viaje durmiendo.
Y, por fin, aquí estamos: última parada del viaje. Mañana empezaremos a ver Chicago en serio, y tendremos que devolver el bonito dodge caravan rojo.

domingo, 19 de agosto de 2012

hasta el monte Rushmore ... y más allá!

(o el día de los pueblos sin súpers)

Hoy nos hemos levantado en el motel de carretera lleno de motoristas, y nos hemos ido a desayunar. Después nos hemos dado cuenta de que no teníamos ni comida ni nada, así que necesitábamos buscar algún súper o algo ... pero estábamos en medio de la nada. Así que pensamos que, de camino al monte Rushmore (que es a donde nos dirigíamos), encontraríamos algún sitio. Sí que hemos encontrado, pero ha sido difícil.
Los días de carretera son un poco aburridos, pero de camino hemos podido ver la montaña del diablo (o una cosa así), que es bastante guay.
Lo que pasa es que, entre encontrar un pueblo con súper e ir hasta la montaña ésta, se nos ha hecho un poco tarde, y cuando hemos llegado al monte Rushmore se estaba haciendo de noche, así que hemos seguido un poco, para encontrar un hotel y mañana lo iremos a ver antes de partir hacia Chicago. Hoy hemos conseguido la habitación setenta dolores más barata, pero sólo porque era muy tarde y no la habían alquilado aún, no con las dotes de regateo que adquirió mi hermana en Nepal (aún así, ha molado).
(hasta que no estemos en un lugar más civilizado no creo que haya wifi suficiente como para colgar fotos)

el parque de Yellowstone

(o el día en que casi matamos a Bambi)

Como el desayuno no iba incluido en el hotel, ayer ya nos habíamos comprado unos brics con cereales, y leche, para hacernos algo para desayunar, así que no tuvimos ni que salir de la habitación (bueno, nos pusimos a desayunar en las mecedoras que teníamos).
Luego nos fuimos a Yellowstone, que es un parque inmenso, con un río gigante y un lago al que no le ves el final. Además, tiene un montón de géiseres, y cascadas, y de todo. Dan un poco de rabia estos americanos, porque es como que lo tienen todo. Tienen una montaña altísima que arriba es plana y llena de bosque, coronada por un lago que tiene islas y géiseres. Como el Montseny, vamos. Es impresionante.
Nos hemos pasado el día viendo las maravillas bacterianas (entre ellas el morning glory, que es alucinante) que son los géiseres, y también otras cosas. Entre ellas, incluímos el momento en que un bisonte se puso a cruzar la carretera, parando todo el tráfico.
Se ha de reconocer que no teníamos mucho tiempo (sólo hoy), ya que la gente quizás se va toda una semana, pero pudimos ver cosas muy bonitas.
Luego por la tarde ya nos hemos ido hacia el este, porque mañana tendríamos que llegar hasta Dakota del Sur. Íbamos muy bien, hasta que se empezó a hacer de noche y casi atropellamos a una manada de ciervos que se pusieron a cruzar por en medio de la carretera menos iluminada y con más curvas de todo Wyoming, y tuvimos que hacer un super frenazo (porque Dios nos libre de matar unos ciervecillos). 
Después de eso y con los nervios a flor de piel, cada ve nos urgía más encontrar hotel, así que nos acercamos al primero que vimos. Ahora estamos aquí, en un hotel lleno de moteros, con ochenta mil harleys aparcadas al lado de nuestro coche (ahora es rojo, btw), cenando en un bar donde se está disputando un torneo de póker bastante turbio e ilegal.

Salt Lake City ... y lo más cerca posible de Yellowstone

(o el día de la isla desierta)

Después de sobrevivir al primer hotel de carretera de nuestras vidas, nos fuimos a ver el famoso Lago de Sal, ya que estábamos (aunque fuera sólo de pasada) en Salt Lake City, al fin y al cabo. Así que nos pusimos en marcha bien tempranito, porque pillaba un poco a contrapelo del lugar al que íbamos luego (Yellowstone), y nos fuimos hasta la isla que hay en medio del lago de sal.
La isla parece un sitio casi abandonado, y durante el invierno no se puede ni acceder a ella a través de la carretera por la que fuimos. Hay un centro cívico/museo, y un montón de prados. Además, vimos un bisón. Un bisón auténtico, por ahí pastando tranquilamente!
Luego ya estuvimos todo el día conduciendo, para llegar lo más posible que pudiésemos del parque de Yellowstone (donde el oso Yogui, jejeje). Conseguimos una habitación en el parque que hay al lado, en el Gran Tetón (sí, tal cual), y así por la mañana ya partiremos directamente para pasar el día en Yellowstone. Todavía no sé cómo, mi hermana, con su maravilloso inglés y su aspecto adorable, consiguió que nos rebajasen la habitación cuarenta dolores, y aquí estamos: en una habitación super guay, dentro de una cabaña, con mecedoras en la puerta y todo. Y sin wifi, obviously, no fuese el caso que los bytes pudiesen molestar a los osos.

jueves, 16 de agosto de 2012

auténtico día on the road

(o el día que cogimos un hotel de carretera, de ésos con asesinos)

Hoy teníamos que llegar desde Las Vegas hasta Salt Lake City, aka cruzar tres estados en un día. Además, teníamos que devolver el coche de alquiler, coger otro, etc. Un follón.
Al principio parecía que nos habían timado por internet con lo del alquiler del coche, porque el sitio parecía no existir, pero entramos en una tienda y un señor muy amable se puso a llamar hasta localizarnos la agencia. La gente aquí es TAN simpática, en serio: todo el mundo es super agradable, y te ayudan, y todos te preguntan de dónde eres y cosas. Toda la gente es buena gente.
Cuando por fin tuvimos coche pensábamos que ya nos podríamos poner en camino, per oresultaba que un poquito sí que nos timaron por internet, porque el seguro que creíamos haber cogido había desaparecido, así que tuvimos que rehacerle un seguro al coche y esas cosas. Así que tuvimos que volver hasta la agencia de alquiler para que nos lo hicieran y todo, así que salimos hacia Utah mucho más tarde de lo que creíamos.
El camino no tiene mucho de especial, aunque lo que sí que se agradece es que, al salir del terrible desierto de Nevada, de golpe la temperatura baja 20 grados y todo lo que te rodea mientras conduces vuelve a ser verde y bonito.
Ahora estamos en un motel (muy guay, por cierto), unos quilómetros antes de Salt Lake, donde muy posiblemente no salgamos con vida, y nos sirvan mañana en el desayuno, o nos quiten los pocos riñones que nos quedan después del atraco de ayer en la reserva india.

El Gran Cañón del Colorado


(o el día que fuimos a una reserva índia y vimos cómo atracaban un banco)

Cómo hoy expiraba nuestro alquiler del maravilloso Ford Edge blanco del que disponíamos, lo primero que tuvimos que hacer es ir a alargarlo. Nosotros pretendíamos alargarlo hasta el día 23, que ya es cuando lo devolveríamos en Chicago, pero resulta que llevarlo hasta Chicago tiene un suplemento de muuuchos dólares, así que tuvimos que alargarlo provisionalmente sólo un día para poder ir al Colorado, pero tendremos que mirar un coche para irnos mañana hacia Salt Lake City (eso es otra historia).
Ir hasta el parque natural del Cañón del Colorado son más o menos cinco horas, así que preferimos ir hasta una reserva índia que hay bastante antes desde la que se ve todo el Cañón; se le llama Grand Canyon Skyline o una cosa así.
De camino hasta el Skyline éste paramos en un sitio que se llama The Last Arizona Stop, que parece uqe es famoso, y que es el último bar que encuentras en Arizona antes de llenar a Nevada si estás yendo a las Vegas. Nos partimos un plato (porque aquí a las doce de la mañana ya están sirviendo la comida, y nosotros sólo queríamos almorzar), y dimos una vuelta. Era un sitio muy guay, de éstos en los que intentan detectar aliens, y tienen clubs de tiro.
Lo que no sabíamos es que había que pagar para entrar a la reserva y ver el Cañón. Además, si querías subirte a un balcón impresionante que han construido, tenías que pagar más. Así que nosotros pasamos del balcón (y suerte que lo hicimos porque parecía una chorrada, cuando lo vimos). Total, que los indios se han americanizado muy rápidamente.
Decidimos dar una vuelta por la reserva, y ver lo que se pudiese sin subirnos al balcón famoso, y la verdad es que la acertamos bastante. La reserva era muy bonita, y había como un autobusito que te iba llevnado de los puntos más importantes a otros. Además, estaba toda como organizada alrededor de un precipicio, así que se veía todo el cañón y el río Colorado (que, como su nombre indica, tiene color, es marrón!).
Además, por la reserva había un sitio como ambientado en el lejano oeste, y había actividades del plan aprender a tirar el lazo y montar a caballo y, para los niños, parecía que habia montada una actividad en la que tenían que robar el banco y conseguir que no los pillase el Shériff (porque había un Shériff), y siempre había un niño que corría y robaba el banco, y el Shériff le empezaba a gritar y a disparar balas de fogueo, y fue muy gracioso.
Después de dar un buen paseo se nos hicieron ya las cinco de la tarde, así que comimos algo rápido y nos pusimos en marcha.
Así que queda pendiente ver qué sucede mañana con el coche nuevo, a veure si ens en sortim.
(no pongo fotos porque este Travelodge tiene el peor wifi de toda américa)

Welcome to Fabulous Vegas


(o el día que casi tocamos crías de tiburones asesinos)

Hoy hemos visto las Vegas, bueno, se podría decir que sólo hemos visto la calle principal (Las Vegas Boulevard): La ciudad auténtica de las Vegas parece estar a cosa de un kilómetro de aquí, pero elcomplejo erótico-festivo-turístico está aquí mismo. Es como una calle Port Aventura Style, llena de hoteles que son a la vez casinos y centros comerciales, cada uno con un ambiente distinto, como si fuesen un pequeño mundo.
Hemos empezado por el hotel Flamingo, donde tienen flamencos en el patio (de ahí el nombre); los tienen ahí con un microclima, muy majos ellos. Luego hemos seguido hacia la zona de París, que tiene su propia ópera y Torre Eiffel. Luego nos hemos ido a la zona de Nueva York, que tiene todo el skyline, y el puente de Brooklin, y una súper montaña rusa (a la que, evidentemente, nos hemos subido) que lo rodeaba todo.
Para acabar la mañana, nos hemos ido hasta el Mandalay Bai, porque según nuestra Lonely Planet, hay un súper acuario en el que se pueden hasta tocar crías de tiburones. El acuario es bestial, tengo que reconocerlo, tiene una piscina gigante de 1’3 millones de galeones de agua (unos cinco millones de litros) con tiburones, peces, mantas y de todo, además del típico recorrido por un pasillo lleno de peces alucinantes, y hasta un dragón de komodo. Además tiene una piscina con mantas y unos bichos muy graciosos a los que puedes tocar y son muy suaves y es muy guay. Pero ahí no hay tiburoncitos. Además, estaba convencidísima de que era una patillada de la guía, y me daba demasiada vergüenza preguntar por semejante flipada.
Al salir del acuario hemos probado una máquina tragaperras. Hemos puesto un dolor, le hemos dado a la palanca, luego a un botón y luego no hemos ganado nada. No es divertido. No entendemos por qué la gente se engancha.
Después de todo esto se nos había hecho bastante tarde, porque, aunque parecan pocas cosas, está todo como muy separado y se tarda mucho en llegar a los sitios, así que nos fuimos a comer al hotel y a hacer media siesta (como siempre, un error).
Cuando por fin nos levantamos de la siesta, fuimos hasta un museo de neón que parece ser que aún no estaba construido (segudna patillada de la Lonely Planet). Pero bueno, gracias a eso encontramos muy fácilmente la famosa calle Fremont, donde hay un super centro comercial gigante con la pantalla más grande del mundo en el techo, haciendo como una bóveda … donde nos han proyectado un trozo de un concienrto de Bon Jovi!
Lo más fascinante de las Vegas son los párkings gratuitos (true story).

Cálico y Vegas



(o el día que vimos dinosaurios y un pueblo del oeste)

Hoy era un día de carretera bastante señorial. Como hemos visto que el tiempo se nos va echando encima, y hay muchas cosas que queremos ver (y también queremos intentar llegar a Chicago con un par de días, para verlo un poco, ni que sea), hemos decidido dejar el Death Valley para cuando nos toque la lotería y volvamos a Estados Unidos. Además, estos días se ve que se están batiendo algunos récords de calor, y en la página del Death Valley te dicen que no dependas sólo de tu gps, que lleves mapas (nuestro gps ni va), que los móbiles no funcionan bien, que la gente se pierde y se muere y se la comen los coyotes (eso no lo dicen, pero seguro que pasa), etc. Total, que nos saltamos el Valle de la Muerte (esperemos que sea nuestra única renuncia).
Hoy, la carretera nos llevaba a Las Vegas, pero hemos hecho también una parada en lo que se conoce aquí como un Ghost Town, que son pueblos que se crearon cuando los booms del oro y que ahora están vacíos. El que pillaba de camino se llama Calico <del>electrónico</del>. Es un pueblo Far West total, sólo le faltan las balas de paja rodando por ahí.
Más tarde, nos encontramos un bar de éstos auténticos de carretera (a las camareras sólo les faltaban los patines): con la decoración de los cincuenta y todo, una pasada.
Finalmente llegamos a las Vegas. Cuando entras, lo haces por la calle principal (Las Vegas Boulevard, la originalidad no es lo suyo, ha ha) y es la calle en la que están todos los casinos-hoteles-centros comerciales gigantes, esto de París, Egipto, Venecia … Nosotros estamos en un hotelito chiquitín al final, pero está muy cerca de lo que es el centro del meollo. Así que dejamos las cositas en el hotel y nos sumergimos en el terrible calor que hace aquí (43 grados, al sol o a la sombra, da igual), con este viento caliente asesino que sopla…
Por suerte cuando ya se pone el sol la temperatura mejora ligeramente. Además, te aclimatas un poco, olvidas lo que es una temperatura agradable y empiezas a pensar que poner una ciudad en medio del desierto de Nevada es normal y práctico. El caso es que es muy bonita; mañana ya la veremos en serio, pero está toda llena de colorines y es muy alegre (y además, es barata).
(la guaifai aquí es terrible, así que pondré las fotos más adelante)

domingo, 12 de agosto de 2012

Los Ángeles


(o el día de "ay omá, qué ciudad más grande")

Todo el mundo nos había dicho que Los Ángeles se ve en un día, que es muy hay pocas cosas, que blablabla. Y sí que hay pocas cosas ultra turísticas, por decirlo así, pero están muuuuuuuuy espaciaditas. Los Ángeles ocupa más o menos como todo el Barcelonés, diría yo. Es todo como mini ciudades, y en cada una hay una cosa muy interesante, así que, como sólo teníamos un día, nos hemos puesto las pilas desde bien tempranito para verlas todas.
Para empezar nos fuimos al Walt Disney Concert Hall, que es un edificio bestial diseñado por el señor del Guggenheim (ya se le nota un poco). Como era domingo no se podía entrar, pero el trasto ya es alucinante visto sólo desde fuera; además, está como en una explanada, y se puede apreciar su magnitud con toda la tranquilidad.
Luego, más o menos aún en lo que se llama Downtown, nos fuimos a ver la Iglesía de Nuestra Señora de los Ángeles (Our Lady of the Angels), en la que daban misa en castellano, y tuvimos la suerte de pillar un coro que cantaba (cuando fuimos a Nueva York también pillamos un coro cantando, en este caso de Ghospel, y se alucina mucho). Además tuvimos la suerte de que decidieron no cobrarnos el párking, porque no nos estuvimos mucho rato y supongo que les dolía la conciencia de cobrarnos el día entero: la mayoría de párkings aquí en los ángeles van por día entero, y no son caros, son en plan cinco dólares (pero no puedes dejar el coche en un sitio aparcado todo el día, porque lo necesitas para trasladarte desde un punto habitado hasta el siguiente, de lo espaciada que es esta ciudad), así que la verdad es que hoy hemos cometido muchas infracciones de las leyes de aparcamiento (en la catedral no, pero en otros sitios que no concretaré, sí).
Es una catedral muy guay, es del 2002 y es muy moderna. Está diseñada por un arquitecto español, y, además, tenía una especie de tápiz que habían importado de España, de la Guerra Civil; no sabíamos ni la una cosa ni la otra, así que descubrirlo fue bastante gracioso.
Después de montarnos un picnic hippie/gitano en medio de los parquecitos de la Catedral, nos fuimos a ver Rodeo Drive, la calle pija-tiendil. Es más bien como una zona, no sólo una calle, y parece la Roca Village (pero aún más pija). Además, está bastante lejos, en plan en Beverly Hills, para nada cerca de Downtown. Es una zona de éstas llenas de casitas unifamiliares preciosas y de colorines.
Para acabar el día, nos fuimos a ver Holliwood. Primero nos metimos un touristour impresionante para llegar a lo alto de una super colina y ver el famoso letrero (más de un inquilino de por ahí se enfadó con nosotros por pararnos y tal, pero bueno). Y luego nos fuimos al Paseo de la Fama. La verdad es que todos nosotros nos imaginábamos el paseo de la fama mucho más glorioso, del nivel de la Rodeo Drive, pero era como muy cutre. No era una calle estilosa y donde (si fuésemos una estrella de Holliwood) querríamos ver nuestra estrella, era como unas Rambles chapuceras, como sucia y llena de chiringuitos. Aún así, ir paseando y ver las estrellas es muy divertido: lo quieras o no, te vas emocionando y tal. Luego aprovechamos para entrar un momento al Kodak Theatre, que en realidad no es un teatro, es un centro comercial que atrezan y transforman especial y únicamente para la gala de los Óscars, y también al Grauman's Chinese Theatre, que es un sitio de un tal Sid, al que parece que todo el mundo quiere mucho, donde las estrellas de Holliwood ponen las manos, los pies (las rodillas, alguno, la varita mágica, los de Harry Potter, las rastas, Whoopy Whoolberg, etc), o lo que sea, en cemento. Incluso besos.

a mayoría de los bloques iban con dedicatoria para el amado Sid, pero es que la de Humphrey Boggart era sencillamente genial)

la Highway 1


(o el día que decidimos alojarnos al lado de Disneyland ... y no ir)

El día de hoy ha sido un bonito día para el olvido (bueno, quizás no tanto, pero no ha sido muy productivo). El llegar desde Monterrey a Los Ángeles ya es una buena kilometrada, pero con la caravana que nos hemos encontrado ha sido casi una tortura.
Las guías recomiendan coger la famosísima Highway 1, que rodea toda la costa y es muy bonita, pero es muuuuuuuy larga. Nos ha dado tiempo a escuchar todos los cedeses que llevávamos preparados e incluso, luego, sintonizar emisoras de radio locales. Es decir, mucho rato conduciendo por ésta carretera mal asfaltada y llena de curvas que te enseña lo bonita y verde que es la costa, te deja ver ochocientos mil surfistas y morirte de envidia con estas playitas kilométricas de arena blanca.
(casas colgantes de la playa Stacy Malibú)

Sí que ha sabido mal que, al final, cuando ya estábamos un poco hartos de tanta belleza, apareciese una caravana (traffic jam) salvaje y asesina que casi nos mata la poca moral que nos quedaba.
(americano que lleva una autocaravana que lleva un coche que lleva una moto. Típico)

Por suerte se nos ha subido un poquito la moral cuando hemos llegado al hotel (que está en Disneyland, a donde no iremos porque en las entradas tienen el set quirúrgico ya preparado para sacarte un riñón a cambio de la entrada), porque hemos visto el cierre de Disneyland: miiiiiiiles de petardos de muchos colores llenando todo el cielo y haciendo la cara de mickey mouse, y haciendo ver que eran campanilla, y esas cursiladas tan guays que te dejan boquiabierto.
(por si alguien se lo pregunta, los cedeses ideales para la carretera son: OST Titanes, Making Movies - Dire Straits, Esta noche cruzamos el Mississipi -2 cedeses, ABBA Greatest Hits, The Beatles Greatest Hits, cualquier cd de Manel, y un directo de los Rolling Stones y el de Retrovisión de M-clan que nos los hemos olvidado)

viernes, 10 de agosto de 2012

primer día on the road


(o el día que descubrimos la campaña para la alcaldía de Clint Eastwood y probamos el Fudge)

Si bien se podría decir que "estrenamos" el coche ayer, hoy es el día que empezaba el viaje por carretera en serio, porque ir de San Francisco al Yosemite y volver no cuenta, es como hacer una excursión.
Como ayer llegamos muy tarde después de nuestra excursión por aquellas carreteras inhóspitas, hoy dormimos un poco más de lo normal (bueno, a las ocho y poco), y luego cogimos el coche hacia Monterrey.
El camino hacia Monterrey es muy bonito, porque es una carretera que va bordeando la costa, y, para colmo, es sólo una carretera (no ocho mil, como para ir a Yosemite), así que no sólo es bonito, es fácil. Por desgracia, la racha de sol y buen tiempo parece que acabó ayer, así que el recorrido no fue tan bonito como podría, pero Déu n'hi do.

Después de hacer todo eso y llegar a Monterrey nos fuimos a hacer otro trozo de carretera que se llaman las 17 miles, y también es como bordeando la costa. Las vistas son muy, muy alucinantes por aquí.
Al final acabamos yendo al pueblo de Clint Eastwood, Carmel By The Sea, y dimos una vuelta (tampoco es muy grande). Resulta que quería poner un restaurante, o algo, y no le dejaban, así que se hizo alcalde para ponerlo (según Lara, nunca llegó a ponerlo, pero). Y, paseando, en uno de los restaurantes, vimos fotos de su campaña para alcalde, tot jovenet.
Para acabar el día fuimos a ver un poco de Monterrey, porque ya mañana nos vamos hacia Los Ángeles. Antes de venir nos dijeron que teníamos que probar el Fudge, que era la razón por la que la gente en américa acaba obesa. Y parece ser que, un poco, sí. Vimos una tienda que vendía fudge casero, y entramos. La chica estaba alucinada con que no supiésemos qué era el Fudge, y nos dejó probar algún tipo. Es una mezcla de chocolate, con mantequilla con no-sé-qué-más, y luego, para rematar, le añaden algún condimento, en plan más chocolate todavía, o galletas. Una cosa light, vaya. Pero está buenísimo. Es como super empalagoso y espeso y ñam.
(bambi)

Yosemite


(o el día que nos perdimos por California y vimos llamas por la carretera)

Para llegar al famoso parque de Yosemite hay que levantarse antes que todo el mundo. Más antes no te puedes levantar. Así que abrimos el turno del desayuno y nos pusimos en marcha cuando aún estaba oscuro y todo.
De camino al parque, por las super autopistas, fuimos pasando por muchos campos y prados, y abía muchos rebaños de ovejas, vacas, caballos ... Y, en medio de los rebaños, había ... llamas. No fuimos capaces de fotografiarlas, porque estaban muy a la lejanía, pero ahí estaban.
El parque éste es una cosa gigante, en plan los Pirineos, más los Picos de Europa, más Sierra Nevada, más otros puntos geográficos significantes que os podáis saber. Y, además, es todo verde, verde. Pero no verde como el que conocemos, no: ahí, literalmente, no caben más árboles! Están todos apretaditos, y haciendo como una masa.
Para llegar hasta allí hay que hacerse un touristour por las carreteras y autovías y de todo que aún no me creo que esté escribiendo esta entrada desde la comodidad de mi hotel.
Para empezar, decidieron que, como yo guiaba tan bien por San Francisco, sería igual de buena como gps por las carreteras. Ai, mare meva. No lo había pasado tan mal nunca, yo creo que de esto ya no me recupero. Hay como treinta mil salidas distintas por todas partes, y, cuando la carretera te avisa de una dirección, quizás se está doce quilómetros sin volvértela a recordar, ni a decir que vas bien. Así que vas avanzando de forma insegura por esas carreteras quilométricas y mal asfaltadas hasta que, por casualidad, la aciertas y sales por donde toca.
No sin mucho esfuerzo (y siguiendo a un coche que tenía toda la pinta del mundo de estar yendo a Yosemite, con sus tiendas de acampar y tal encima), conseguimos llegar. Fuimos hasta un párking donde en teoría no había sitio (pero cupimos) y luego fuimos a dar una vueltilla.
Se ha de reconocer que está todo muy bien preservado, casi parece que los humanos no estuviésemos por ahí, en serio. Las ardillas campan a sus anchas por ahí, y sólo hay cámpings, no hay hoteles. Además, cuando estás ahí es como que tienes que asumir que el monte es del oso. Y eso es así. Tienes que aminorar la velocidad del coche porque quizás matas un oso, tienes un contáiners especiales para dejar la comida o la basura, para que los osos no se acerquen, etc. Esto último es bastante gracioso: hay multas de mil dólares si ven que te has dejado comida en el coche, porque se ve que los osos pueden verla/olerla, acercarse y destrozarte el coche o algo (y luego seguir con la masacre por todo el párking, y el cámping, etc).
Así que nosotros, que somos muy obedientes, nos hicimos un picnic, y lo tiramos todo donde tocaba, y nos fuimos a ver las famosas sequoias. Como dijo el conductor del bus: tienes que verlas para creértelas. Seriously.

Y luego ya, nos pusimos en el camino de vuelta. Como estábamos muy cansados, pusimos el gps, y pensamos que nos llevaría por el camino de ida pero a la inversa. Ah, craso error. Resulta que el gps estaba en modo catalán on, y nos llevaba por todas las comarcales, evitando las autopistas y tal ... para no pagar peajes. ¡Pero es que no hay peajes en américa! Claro, cuando nos dimos cuenta ya estábamos en Chilnualna o una cosa así, y lo que nos costó volver a una carretera grande ...
Pero bueno, al final hicimos caso omiso del gps, y fuimos siguiendo las indicaciones más o menos como pudimos, y llegamos bastante bien al hotel (yo no las tenía todas conmigo).
(los americanos tienen las carreteras tan mal que tienen unas campañas que se llaman "Adop a Highway", en las que la gente va donando dinero y así pueden ir quitando los baches ...)

Día de relax en Golden Gate Garden


(o el día que nos colamos en el tranvía y casi morimos en más de un accidente de tráfico)

Como ya hemos visto más o menos todas las cosas clave de San Francisco (o todo lo que sale en las guías, todo lo que nos habían recomendado y todo lo que nos hemos cruzado de paso), pensamos que hoy podíamos hacer un par de tours, de los que ya están preparados.
Empezamos por subirnos al tranvía famoso, el Cable Car. Es bastante divertido porque la ciudad ésta está como pensada para hacer un Dragón Khan en ella, así que recorrerla bastante rápido en el tranvía es muy gracioso (marea un poco, eso sí). Además, el conductor era muy cachondo, e iba haciendo musiquilla con la campanita.
Lo más divertido fue que se olvidaron de cobrarnos. Y, claro, nosotros con malicia no nos hubiésemos colado en ningún lado, pero, a ver, claro, el espíritu catalán all over again ... Así que nos cogimos los dolores que nos hubiese costado el tranvía y nos fuimos a comer un pancakes deliciooooosos con ese sirope de arce que le ponen. Ñam.
Luego queríamos hacer un tour que es muy famoso, que se llama Mr Toad Tour y es con un coche como antiguo pero, a la vez, ecológico. El problema es que resulta que el sitio había cerrado hace un tiempo, así que no pudimos hacerlo. Nuestro gozo en un pozo (our gossip in a post-it). Pero no pasa nada: decidimos irnos hasta un parque bastante famoso que hay, y comer allí en la hierba como unos hippies. De camino hacia el parque vimos una panadería que se dedicaba a cocinar panecillos en forma de cocodrilos, cangrejos y gambas. Bestial. Además, estaba como hecha de forma que podías ver a las chicas que estaban preparándolos, con un arte y una maestría alucinantes.
Cuando llegamos al parque famoso nos dimos cuenta de que claramente el mapa no estaba a escala. El parquecito éste quizás es como toda Collserola, más o menos.
Había un museo muy guay al que queríamos ir, en el que había una exposición de Jean Paul Gaultier, pero, claro, resultó que no podíamos entrar gratis, como ayer al MOMA, y era muy cara y muy grande como para verla en un ratito. Así que nos dimos medio paseo por el parcazo, nos comimos nuestros sandwiches y ... a buscar nuestro coche de alquiler!
Tuvimos otro maravilloso golpe de suerte ese día, y es que no tenían el coche que habíamos reservado por la web, así que nos dieron uno que se supone que es mejor (bueno, lo supongo yo, que no tengo ni idea de coches, pero bueno), por el mismo precio. Es un Ford enorme y blanco, con un montón de cachivaches. Pero, eso sí, para regresar al hotel ... se podría decir que los californianos tienen normas circulatorias muy divertidas. Por ejemplo, si tú lo que vas a hacer es girar a la derecha, puedes hacerlo aunque tengas el semáforo en rojo, o en algunos intervalos horarios hay giros que no se pueden hacer, y chorradas similares.
Vamos, que yo vi mi vida pasar por delante de mis ojos ocho veces, mínimo. Pero, al final, llegamos al hotel, sanos y salvos, y nos fuimos a dormir bien tempranito porque al día siguiente ... Yosemite!
(mañana será la primera vez que nos metemos por carreteras americanas ... miedo.)

martes, 7 de agosto de 2012

China Town, Castro y South of Market

(o el díá en que entramos gratis en el MOMA y fuimos a una tienda de piratas)

Después del mismo desayuno que ayer, mismas muffins modernas y mismos cuatro litros de café para conseguir teñir un poco la leche, nos pusimos en marcha hacia el centro, que es donde está Union Square, todas las tiendas y el pijerío, y los museos. Hay que reconocer que, comparándose al TMB, cualquier línea de autobuses y metros queda muy mal. Los autobuses de San Francisco son bastante graciosos. En las paradas te ponen un indicador de minutos que da un intervalo, que suele ser una oscilación del tipo 3-35 minutos. Es decir: "o llegas tarde o llegas media hora antes". Además son unos autobuses muy pequeños, y realmente se sube mucha gente, y, como son así metalizados, pues es el sentimiento de estar dentro de una lata de sardinas.
Después de un par de transbordos llegamos por fin al MOMA. Estábamos discutiendo si entrar o no, porque vale 20 dolores (y quieras que no, son 20 dolores invertidos en hacer ver que entiendes manchas y esculturas extrañas), cuando de golpe nos vino una chica y empezó a repartir entradas: resulta que el primer martes de cada mes, ¡el MOMA es gratis! Which are the odds?! Así que no nos tuvimos que pelear más con nuestra amada Carlina (que no le entusiasma el arte moderno), porque nuestro espíritu catalán nos impide rechazar cualquier cosa que sea gratis, y nos metimos (para gran gozo mío) en los cinco pisos de exposición que tiene el MOMASF.
La exposición central es una de una tal Cindy Sherman (una pionera, eso sí) que se hace unos autorretratos realmente fascinantes. Luego había el típico piso de extrañas cosas oníricas muy bonitas y coloridas, en contraposición a unas cuantas cosas turbias que no acabamos de entender y dan un poco de miedo, y también uno con cuadros de autores muy famosos (había un Dalí por ahí, y un par de Mirós) y también esculturas bastantes guais. También tenía unas cuantas cosas de Andy Wharhol, que mola mogollón y es muy americano.

Después de recorrernos el MOMA en un tiempo récord, nos fuimos a comer unos bocadillos que nos habíamos preparado esa mañana a un parque que hay justo delante que se llama Buena Vista Garden.
Al acabar de comer y buscar el lugar menos caro en que tomarnos un café, nos fuimos al Castro. El Castro es algo así como el Chueca de Madrid, pero a lo bestia, porque en América todo es más grande, y más guay y más mejor. Como la mayoría de San Francisco (menos lo que es el centro) es todo un barrio de casitas ultra pintorescas de colorines monísimas. Fuimos a buscar la plaza de Harvey Milk, pero no puedo decir que la encontrásemos: vimos lo que era la parada de metro de Harvey Milk's Square, pero no logramos ver nada por las cercanías que pareciese una plaza. Luego fuimos hasta la calle Valencia, que es, oficialmente (y por si ellos todavía no se han dado cuenta), la calle de  modernos. Creo que es la calle más llena de tiendas pintorescas y alucinantes que he conocido. Todo eran tiendas llenas de cosas, en plan inclasificables, de éstas a las que entras y te estarías toda la tarde, como un Natura, pero más (y mejor), pero sabes que no te comprarás nada. Entre ellas hay una especialmentefamosa, Valencia 826, que es una tienda pirata/taller de escritura muuuy guay. Aseguran tener la mayor selección de parches piratas para todas las ocasiones (y si encuentras una mejor o mayor se comprometen a recuperar tu ojo perdido). Sencillamente, era genial.
Al acabar de patearnos bien todo el Castro fuimos, por fin, a ver China Town, el mayor asentamiento de chinos después de pequín. La verdad es que tampoco nos estuvimos mucho rato, porque cualquiera que viva en el Fort Pienc ha perdido un poco la capacidad de maravillarse ante el concepto China Town, pero la verdad es que es muy bonita, llena de farolitos y tal. Además, se va como entremezclando con el barrio italiano, y hay casas pintadas.
Aprovechando que estábamos cerca (?), nos fuimos un momento hasta la Coit Tower, que es una torre que construyó una señora a la que le sobraba mucho el dinero, y que hace las veces de mirador.
Al volver hacia el hotel, ya bastante hechos polvos, paramos un momento para probar el famoso pato laqueado, pero casi que vomitamos en la mesa, así que tuvimos que devolverles el plato casi entero. Una gran decepción para Amador, pero que se le va a hacer.
(en uno de los ratos que paramos a tomar algo en un bar chino muy auténtico, nos atendió un yayito súper venerable, y le pedí una galleta de la fortuna, porque me hacía mucha ilusión tomar una, ya que en realidad son originarias de aquí, y nos trajo una tacita y le dio la vuelta como si fuese un mago, con una cara de ilusión tremenda y sacó cuatro galletitas en plan "tará!")

lunes, 6 de agosto de 2012

Sausalito y Golden Gate


(o el día en que causamos un incendio)

Teniendo en cuenta que ayer fue como si nos levantásemos a las cuatro de la mañana y luego, después de un día tremendo, nos fuésemos de fiesta y nos acostásemos a las cuatro, a todos nos extrañó que a las siete de la mañana se nos abriesen los ojos como mapaches. Aunque hay que tener en cuenta que es como si nos hubiésemos levantado a las dos de la tarde. Esto del jet lag es muy raruno.

En el hotel éste en el que estamos, muuuy auténtico, con la máquina de hielo ahí y tal, está incluido el desayuno, aunque tienen la sala del desayuno metida en una mini habitación, así que el sentarse durante el desayuno no está incluido.
Después de desayunarnos unas muffins (porque aquí les podemos llamar muffins sin sentirnos unos hipsters) y un café aigualit, nos fuimos a alquilar unas bicis, porque queríamos irnos a cruzar el puente (¡el famoso! ¡el rojo de las Embrujadas!) y hasta el pueblo que hay al lado, que se llama Sausalito (creo que es el equivalente a Murano, cuando vas a Venecia: un pueblo muy cuqui, pero que sólo tiene casas y más casas). Lo que no tuvimos en cuenta es que de camino ahí nos íbamos a encontrar con algún que otro "repecho", como dicen algunos. ¡Cágate con los repechitos! Dicen eso de "Ah, no es nada, falso llano". Ahí se pudran. Las hijas, que estamos fuertes y sanas y hacemos espíning regularmente, no hemos podido hacer ninguna de las subidas de principio a fin: nos teníamos que parar a la mitad y desertar, para que no se nos saliesen las tripas por la boca.

El Golden Gate (aka Puente Rojo) es muy bonito, eso sí. Tiene unos cables de, exactamente, 92 cm de diámetro, y creo que seis carriles de coches. Así que, después de que nos cobraran 12 dolores (y nunca mejor dicho) por cuatro botellas de agua, nos sumergimos en la marabunta de guiris que intenta cruzarlo para poder llegar al Sausalito.
Al final acabamos descubriendo que los americanos son muy valientes, y las bicis y los coches comparten la carretera, se adelantan y se pitan y todo. Pero bueno, conseguimos llegar a Sausalito y dar un paseo antes de coger el Ferry de vuelta. Mi hermana Lara asegura que vio delfines por ahí, pero cuando vimos al hotel nos dimos cuenta de que estamos todos como gambas, así que creo que tenía un poco de insolación.
Después de devolver las bicis, nos fuimos a un bar irlandés en el que hacían unas hamburguesas geniales a comer. Se conoce que era un bar famoso por sus cafeses irlandeses, y había un señor en la barra que los iba preparando non stop, pero teníamos hambre, y no se puede comer de cafeses irlandeses (y menos a ocho dolores), así que nos pedimos comida y eso.
En este momento crucial del día cometimos un crasísimo error: irnos a hacer una siesta. Bueno, yo no. El resto de los integrantes de la familia Trigo, que no podían con su alma después del paseo en bici de la mañana. Y, tal y como era de esperar, se nos fue un poco de las manos. Además, el señor Amador se torció el tobillo, así que por la tarde tuvimos que mantener un ritmo mucho más lento de lo habitual.
Cuando por fin nos levantamos de la siesta, más o menos, a las cinco, nos fuimos a probar una cosa que se llama Fudge, y que es algo así como casi una droga y parece ser la causa de la obesidad estadounidense (y no me extraña). Aquí la preparan en una heladería muy guay y muy pija, con helado y chocolate y nata y cerezas encima (lo que viene a ser una merienda light, vamos). Cabe de decir que nos pedimos un festín de esos para los cuatro, y nos quedamos a gusto (aunque había muuuuchos motivados que se pedían uno para cada uno). Compartir és viure.


El caso es que, de camino a la heladería, vimos cuál había sido la consecuencia de nuestra venida a San Francisco, California, USA. Cada vez que vamos a los Estados Unidos pasa algo chungo. A los hechos me remito: una avioneta que se estrella contra un edificio en Manhattan, y un puente que se derriba a las afueras de Nueva York, por cada vez que fuimos a Nueva York, y, esta vez, en San Francisco, un incendio (del copón). Esperamos no causar muchos más estragos por cada estado que pasemos, porque ya sabemos que los de inmigración tienen el ojo puesto en nosotros.
(línea de emergencia del Golden Gate: si llamas, debes indicar si se trata de un coche, una bici o una crisis. En este último caso, te pasan con la línea de atención al suicida)

sábado, 4 de agosto de 2012

las 24 sin dormir


(o el día en que descubrieron que mi madre es una terrorista)

Son las 4:00 AM en Barcelona, y ya nos estamos todos levantando y vistiendo para irnos al aeropuerto. Suerte que no teníamos hambre (normal, a esas horas!), porque llevábamos toda una semana vaciando la cocina de comida, así que sólo quedaba una madalena a compartir y un brik de leche.
Después de “desayunar”, nos vino a buscar un taxi y nos llevó al aeropuerto. Casi no pudimos embarcar por culpa de una máquina asesina que había decidido que yo no era más que una réplica de la primogénita y que no podía embarcar. Al final un chico nos hizo pasar igualmente, y pudimos facturar las super maletas y todo.
Ala pues, primer vuelo de dos horitas hasta Amsterdam, donde nos dieron un desayuno ya en condiciones. Después, en Amsterdam, tuvimos que patearnos todo el aeropuerto de punta a punta y pasar ochocientos controles, entre ellos una especie de radiografía y todo (literalmente, eran unas “harmless waves”, pero aún no sabemos qué eran).
Y ahora sí, a las 9:50 AM de Holanda, nos metemos en el auténtico vuelo de tropecientas horas hasta San Francisco. Este avión era muy guay, porque tenía como un sistema en el que podías ver series, pelis, documentales, escuchar música, o dormir, claro. Y además te iban dando de comer, o zumitos. 
Total, que después de todo el turistour, nos plantamos con el culo ultra plano en San Francisco a las 11:50 AM. Es decir, que todavía nos quedaba todo un día entero por delante hasta podernos acostar.
Eso sí, antes de poder, ni que fuese, pisar suelo americano, ya nos detectaron como posibles terroristas en el control de las identidades, y nos tuvieron una hora comprobando el pasaporte de la mama. Se ha de reconocer que el señor con pintas de Obama era muy majo, y nos trató de terroristas con mucho amor. Bueno, como al final no nos encontraron las bombas y nos dejaron pasar, nos cogimos un taxi conducido por un ruso muy simpático y llegamos por fin a la calle Lombard 1450. 
Parece ser que, además, pillamos el único día soleado de todo San Francisco (porque ya hemos mirado la previsión y no asoman demasiados por el horizonte), así que no podíamos desperdiciarlo. Antes de que las camas de la habitación nos llamasen con demasiada fuerza, dejamos las maletas y nos fuimos rápidamente a dar una vuelta. Como sabíamos que tampoco aguantaríamos demasiado, decidimos hacer algo light, así que fuimos a la Fisherman’s Wharf, a comernos una deliciosa sopa de cangrejo servida en un bol de pan (porque, otra cosa no, pero teníamos un hambre tremenda, y el paseíllo a través de todas las colinas y los sube-y-baja la empeoró bastante). Después de comer nos fuimos a ver las famosas foquitas de San Francisco. Bueno, ellos alegan que son leones marinos, pero eso son focas. Y punto.
Pero después de las focas ya sentíamos una fuerza que nos atraía irremediablemete de vuelta al hotel, así que nos subimos a un autobús y nos peleamos con un conductor maligno, que no nos quería vender tiquets porque no lo teníamos exacto. Por suerte, unos pasajeros nos dieron cambio de todo para que pudiésemos pagar.
Es una gran aventura ir en estos autobuses prehistóricos por San Francisco, abarrotados y subiendo y bajando y haciendo frenazos espectaculares. Si no te da un infartillo es muy divertido.
19:00 PM, nos ponemos todos a dormir. Por si no habéis ido haciendo los cálculos, esto son las 4:00 AM del lunes en Barcelona, así que llevamos 24 horas on fire!
(ojo a la foca del margen inferior izquierdo, que se le cae la babilla y tó!)